Dentro de mi ejercicio profesional, dedico una parte importante del tiempo al trabajo con profesionales y con sus equipos de trabajo.
Durante estas experiencias surge mucha información relevante para el proceso. Es la que utilizamos para atender el propósito de la intervención y la que sirve para situarse en los escenarios de sus realidades con garantías.
A la vez, hay otra información que emerge y que genera bastante curiosidad. Es aquella que ayuda a comprender el funcionamiento de las dinámicas de trabajo que establecemos para lograr esas informaciones relevantes.
En bastantes ocasiones, esa curiosidad surge de los profesionales en forma de preguntas que buscan comprender cómo ocurre este fenómeno colectivo que genera información.
Explicar durante una intervención la metodología de trabajo interrumpe el proceso de trabajo, ya que la atención se diversifica. Es preciso, por tanto, crear contextos diferentes; uno el de experimentar y otro el de comprender.
Dentro de nuestra naturaleza cerebral podríamos encajarlos en los dos hemisferios: el derecho (experimentar) y el izquierdo (comprender).
El cerebro aprende de la experiencia, difícilmente aprende sin pasar por ella. Una vez experimentamos, con el contenido de la experiencia podemos comprender la experiencia (e incluso estructurarla) pero si cruzamos antes la información tenemos una información sesgada de la realidad.
El riesgo en las intervenciones es salir del campo de la experiencia y saltar a comprender la experiencia sin haber concluido la experiencia. No hay nada más interesante que investigar conjuntamente en un equipo sobre lo sucedido en la intervención, una vez ya ha acabado la intervención.
Existe un gran recurso que ayuda considerablemente a sostener la experiencia de la intervención sin interferirla hasta que concluye. Es tan concreto y sutil que pasa generalmente desapercibido. Es un tipo de actitud denominada “del no saber”.
Apoyarse en el no saber es abrirse al campo del aprendizaje experimental. Así conseguimos que nuestro hemisferio derecho desarrolle su potencialidad y tengamos plena atención en almacenar nueva información sobre la realidad.
Cuando esta fase está concluida, tenemos al otro hemisferio cerebral (el izquierdo) completamente activo para procesar todo lo ocurrido.
Y en este cruce ordenado de hemisferios es donde se culminan los procesos de aprendizaje.
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