Una buena colega y amiga con bastante recorrido me sorprendió cuando un día me dijo que estaba haciendo un estudio sobre el proceso de “hacerse” profesional. Y lo hacía utilizando su propio proceso evolutivo, investigándose progresivamente en función de cómo atravesaba las distintas etapas por las que transitaba.
Este hecho me hizo reflexionar durante mucho tiempo y es que dentro de mis referentes hay una persona que, cuando le preguntan en entrevistas acerca de quién es, lejos de hablar de su trayectoria dice: “soy un proyecto de ser humano y de hermano”.
Simbólicamente, una persona nace y se hace. Se va haciendo en el tiempo y el objetivo es seguir haciéndose hasta que perezcamos. Paralelamente, no somos animales aislados. Somos mamíferos gregarios que estamos hechos para estar en agrupados en manada (por eso lo de “hermano”).
Es difícil hacerse a uno mismo sin seguir haciéndose. Las circunstancias interactúan constantemente con nosotros obligándonos a reconducir, una y otra vez, nuestro movimiento.
Asimismo, pertenecemos a una sociedad que ejercita poco la colectividad. Estamos separados por culturas, políticas, creencias y leyes, muchas de ellas contrarias entre sí, que dificultan la agrupación mamífera natural. Son lo que llamamos condicionamientos sociales.
El intercambio no va a hacer más que alimentar las posibilidades del aprendizaje
La neurociencia colectiva está detectando capacidades completamente nuevas cuando se examinan dos cerebros juntos interactuando entre ellos durante una relación social.
Si la interacción entre dos personas estimula estas capacidades, imaginaros si agrupamos a más personas y las enfocamos con precisión hacia a un propósito colectivo. Las posibilidades se multiplican considerablemente.
El concepto de “hermano”, para mí “colega profesional”, aparece en el momento en el que el enfoque de trabajo confluye, de manera precisa, en una mirada compartida.
Empiezo a considerar que un círculo profesional bien configurado potencia salvajemente el crecimiento del profesional, al facilitar desarrollar este enfoque compartido que permite comprenderse con mayor amplitud.
Dentro de mi profesión, los enfoques surgen de las metodologías ya que éstas tienen excesivas ramificaciones. Intercambiar perspectivas ayuda a alcanzar un enfoque colectivo, pero implica, por un lado, retarse y observarse y, por otro investigar y compartir.
Para que un círculo profesional funcione es importante que los profesionales implicados ejerciten de manera regular su propia evolución individual (en seguir haciéndose profesionalmente).
Asimismo, que tomen su lugar con la aptitud de empoderamiento (reconociendo y estructurando el conocimiento alcanzado hasta el momento) y practicando la humildad (asumiendo que el conocimiento actual no incluye el que falta por descubrir).
Y que todos ocupen un espacio de igualdad, respeto y curiosidad hacia y con los demás colegas profesionales hacia un propósito colectivo, también en proceso de seguir haciéndose así mismo, incluyendo las circunstancias que lo envuelven en el devenir de la vida.
Toda una práctica que no hace más que contribuir en seguir desarrollando el proyecto de ser un ser humano y de ser “hermano” (ser un ser social en comunidad).
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